CRISIS FAMILIAR
La
familia es una
institución milenaria y un grupo humano reconocido como importante y decisivo
en muchas ramas del saber. Ha sido siempre la unidad básica de toda sociedad, y
la opción de vida que los sujetos han elegido en todo momento para procrear,
subsistir y satisfacer necesidades emocionales que solo los lazos filiales de
cercanía, intimidad y amor pueden gratificar.
Cumple funciones que son insustituibles por otros grupos e instituciones,
pues satisface necesidades psicológicas vitales
como son las de contacto afectivo, de sostén emocional, de apoyo, de
contención en momentos difíciles. A su vez es
considerada el aula primordial, por su valor como agente socializador en
los primeros años de la vida y en la transmisión de valores. No cabe duda de
que la familia nos brinda lo mejor, las mayores alegrías y también los dolores
más intensos. Es decir, la familia
cumple dos funciones diferentes:
Una función es la biológica, psicológica y social de sus componentes: Esta función la realiza a través de desarrollar un sentimiento de identidad en cada miembro, perteneciente al grupo familiar, pero facilitando, también la individuación autónoma.
La otra función es ser transmisora de la cultura y valores de
la sociedad a la que pertenece: Esta función es la que ha recibido ataques de
los movimientos contraculturales.
Hablar de familia en la
actualidad requiere pensar no solo en la unión legal entre un hombre y una
mujer para tener hijos y educarlos. En su concepción más amplia se contemplan
los vínculos afectivos, consanguíneos y cohabitacionales, pero donde a su vez
existe un redimensionamiento conceptual, de esta forma se pueden encontrar
grupos pequeños desde matrimonios sin hijos u otros más extensos donde conviven
3 generaciones o más. Tampoco se puede decir que una unión porque no sea legal
o una madre sola con sus hijos, o un matrimonio con hijos de matrimonios
anteriores, o una pareja homosexual, no sean familia.
La vida cotidiana del grupo
familiar está matizada frecuentemente por la presencia de situaciones críticas
que comprometen su funcionamiento, requiriendo de acomodos importantes para
mantener la armonía en la familia. Escenarios que rompen o afectan el
equilibrio familiar vienen acompañados de situaciones que implican pérdidas,
desafíos y adversidades condicionando el surgimiento de crisis en la familia. La crisis es una situación nueva que va
a provocar cambios, en la que fallan los mecanismos habituales para resolver el
problema, por lo tanto, precisa de cierto trabajo adaptativo por parte de las
personas implicadas en ella.
La familia en crisis se
caracteriza fundamentalmente por la inhabilidad a retomar la estabilidad y la
constante presión a realizar cambios en su estructura y en los modelos de
interacción.
Las crisis no deben ser
valoradas únicamente con entes desestabilizadores del sistema familiar, no
necesariamente han de tener consecuencias negativas para la familia. Su
trascendencia no se circunscribe a la vivencia de circunstancias negativas o a
la máxima expresión de un problema, implican también la oportunidad de crecer,
superar la contradicción con la consiguiente valencia positiva, que significa
afrontarla constructivamente y se relaciona con elementos claves en la
formación de los seres humanos como son la maduración, crecimiento y desarrollo
La repercusión positiva o
negativa de las crisis depende, en gran medida, de los recursos o habilidades
con que cuente la familia para hacerles frente; recursos que no solo amortigüen
sus efectos sino que tributen también al fortalecimiento del grupo familiar en
diversas aristas. La flexibilidad, permeabilidad, cohesión y estabilidad
constituyen una representación de los recursos más útiles a la familia en
períodos de crisis y están relacionados con elementos tan importantes como:
adaptación a los cambios, unidad, pertenencia y compromiso emocional que, en su
conjunto, conforman un escudo protector frente al impacto negativo de las
crisis.
CLASIFICACIÓN DE LAS CRISIS
Todo tipo de crisis implica un
importante peso sobre el funcionamiento familiar y requiere de un proceso de
adaptación capaz de mantener la continuidad de la familia y de consentir el
crecimiento de sus miembros. Las crisis pueden suceder simultáneamente o pueden
presentarse varios eventos críticos a la vez. Las crisis se pueden clasificar en:
Desgracias inesperadas:
La característica más
significativa de una desgracia inesperada es que la tensión que aparece es
evidente y justificada ya que se debe a causas ajenas a la familia.
Así, la muerte de un ser
querido, el incendio de la casa o la pérdida de un boleto premiado, son
desgracias reales que difícilmente pueden preverse.
Por eso, no tiene sentido en
este tipo de desgracias ni los sentimientos de culpa ni intentar poner remedio
para que no vuelva a ocurrir.
Crisis de desarrollo
Las crisis de desarrollo tienen
un carácter universal. Estas crisis no tienen nada de único ya que casi todas
las familias pasan por ellas. Como por ejemplo: el matrimonio, el nacimiento de
un hijo, el comienzo de la edad escolar, la emancipación de un hijo, la
jubilación, etc.
La familia debe desarrollar
mecanismo de adaptación ante el tránsito de una etapa a otra del ciclo vital de
forma que maneje la crisis de manera funcional.
Estas crisis son esperables
aunque no se puede hacer nada para que no ocurran.
Crisis estructurales
Las crisis estructurales están
relacionadas con las tensiones internas de la familia. Son propias de las
familias disfuncionales. Aparecen periódicamente de manera abrupta e intensa.
El abordaje terapéutico resulta difícil ya que la familia desarrolla la crisis
como un mecanismo para que el cambio no se produzca. Así, cuando en una familia
hay un miembro con problemas de alcoholismo, o intentos de suicidio, o
violencia o fugas del hogar, etc. aparece la crisis tendiente a la que la
estructura disfuncional de la familia no cambie.
Por eso, estas crisis pueden ir
apareciendo durante décadas, con el consiguiente desgaste y sufrimiento
familiar, pero con el objetivo de que, por ejemplo, el matrimonio no aborde sus
conflictos porque tal vez eso conduciría a la separación, o que un hijo no se
independice.
Crisis de desvalimiento
Cuando en una familia hay un
miembro que es funcionalmente dependiente (discapacidad física o psíquica) y
que consigue que toda la familia esté atrapada dispensándole cuidados y
atención, entonces se puede hablar de crisis de desvalimiento.
La gravedad de este tipo de
crisis depende de diversos factores.
Por ejemplo , será más grave si
la ayuda que necesita el miembro dependiente son cuidados muy especializados,
si la ayuda es muy difícil de reemplazar o si la situación de incapacidad se ha
producido recientemente y la familia todavía se encuentra en la fase de no
aceptación.
FACTORES QUE PROVOCAN CRISIS
Factores situacionales: cualquier acontecimiento que suceda en la vida de
un individuo en relación al medio social. Son imprevisibles y se escapan de
nuestro dominio: enfermedad, hospitalización .Pueden hacer surgir nuevos roles
o responsabilidades adicionales, o pueden hacer cambiar la forma de vida o las
relaciones con otras personas.
Factores de desarrollo: Sentimientos de estrés que acompañan a las personas
a lo largo de la vida y que hacen referencia a la evolución y a los diferentes
estados madurativos de las personas y ciclos de vida.
Factores ideológico-culturales:
visión específica que la familia hace ante el hecho que le sucede.
FENÓMENOS QUE PUEDEN PROVOCAR CRISIS
Fenómenos que provocan crisis
situacionales:
enfermedad, muerte, hospitalización, accidentes, catástrofes (guerras,
incendios), separaciones, divorcios, embarazos no deseados, cambios de status
socio económicos.
Fenómenos de origen social y cultural: crisis por jubilación, crisis generacionales,
conflictos permanentes entre padres e hijos.
Fenómenos que afectan al desarrollo y
estabilidad del individuo: fenómenos que distorsionen las aspiraciones de las personas.
Fenómenos medioambientales en interacción
con problemas de tipo psíquico: fracaso escolar, absentismo laboral/ escolar,
inadaptación laboral/escolar.
FENÓMENOS EMOCIONALES QUE ACOMPAÑAN LAS CRISIS
En las crisis se activan una
serie de mecanismos de defensa para protegernos de los sentimientos incómodos y
a veces insoportables.
Los sentimientos más frecuentes
son la rabia, la angustia, el miedo y la culpa, y a menudo están condicionados
por creencias irracionales. Dependiendo de cómo se viva la situación de crisis,
se activarán más un sentimientos que otros.
Los fenómenos emocionales más
frecuentes que se dan en las crisis son:
- Depresión: es uno de los fenómenos más frecuentes en la etapa desorganizada de la crisis. Reacciones emotivas de tristeza y melancolía, no estando motivado para salir del problema. El cliente casi siempre expresa su sentimiento, pero manifiesta su impotencia y desánimo para salir de esta situación. Se encuentra apático, indiferente.
- Miedo: es el temor ante lo que pueda deparar el futuro, no estando la mayoría de las veces ese temor fundado en un motivo real, sino imaginario. Supone imaginar que una cadena de desgracias le va a suceder a partir de ese momento, produciéndoles vivencias tales como preocupación, inseguridad, terror, asociados a la sensación de miedo. Incluso va acompañada de síntomas físicos: respiración agitada o temblores. A veces no se es capaz de manifestar verbalmente su miedo.
- Ira: es muy frecuente como reacción a las frustraciones y situaciones traumáticas en la vida de las personas. Se manifiesta de forma muy clara. Suelen hablar con voz muy alta. Utilizan insultos, se defienden sin haber sido acusados y prácticamente no escuchan al trabajador social. Éste debe ayudarlos a situarse en planos de menos agitación emocional, aunque debe permitirles que puedan desahogarse.
- Ansiedad: es el estado de ánimo más frecuente. La persona se
siente invadida por sentimientos difusos que le impiden expresar con claridad
sus problemas y la incapacidad para tomar decisiones. Es un estado de angustia
permanente, con síntomas tales como hiperemotividad, trastornos del sueño,
decaimientos.
¿Cómo superar las crisis?
Un conflicto puede derrumbar a una familia, pero
también puede emerger de la crisis fortalecida y con mayores recursos. Esto dependerá
de la para capacidad enfrentarla y de reponerse de ella.
Las comunicaciones que surgen
dentro de la familia, su organización, los recursos y limitaciones con los que
cuenta, la forma habitual de resolver los problemas, los sistemas de creencias
que la rigen, van a influir en el modo en que ésta enfrente la crisis.
Es fundamental que los miembros
colaboren entre sí y que se tengan confianza para poder superar con eficacia
cada situación que se les presenta.
Los procesos que van a ayudar a
la familia a enfrentar más eficazmente las crisis y permitirle salir
fortalecida de ella, pueden provenir desde el interior o el exterior de la
familia. Estos aspectos están relacionados con rasgos personales, factores de
protección en la familia y factores presentes en el contexto social.
Un gran optimismo, una visión
positiva del mundo, una postura positiva aún ante situaciones que resulten
inquietantes es un rasgo personal fundamental que debe poseer el individuo para
afrontar la crisis exitosamente.
Para sostener los conflictos,
crecer y aprender de ellos es necesario que la familia sea flexible, esté lo
suficientemente cohesionada, su comunicación sea sincera y por último, que
cuente con una red social que pueda actuar de apoyo en circunstancias
desfavorables.
¿Dónde buscar apoyo?
El contexto social (amigos, vecinos, familiares) es
uno de los recursos favorables para superar esos momentos difíciles.
La psicoterapia familiar es de
gran utilidad en el tratamiento de familias en crisis. El terapeuta cuenta con
las habilidades necesarias para ayudar a la familia a resolver los conflictos
exitosamente, logrando así un verdadero cambio que se adapte sus necesidades.
Además aparece como un “tercero” que imparcial, y formado para cumplir tal
función que presenta una visión distinta de los hechos.
Tratamiento terapéutico:
La situación de conflicto en
una familia debe ser atendida de inmediato, y debe ser lo más breve posible.
Identificar y definir la
tensión es el requisito previo para resolver una crisis familiar. De lo
contrario se podría estar trabajando en una dirección incorrecta.
El terapeuta brindará a la
familia la posibilidad de que se escuchen, cosa que suele ser poco frecuente en
familias en crisis. Además les mostrará una visión diferente de la situación, a
partir de los relatos, sus observaciones del grupo, la visión del mundo que
tienen y sus valores; brindándoles elementos para enfrentar al conflicto. Del
mismo modo, es importante una participación activa de todos los miembros en la
terapia.
Uno de los objetivos de la
terapia es que la familia pueda utilizar la crisis como una oportunidad y no
como un obstáculo. Que pueda salir de ella fortalecida y con más recursos, que
pueda crecer. Otro de los objetivos es que la familia pueda encontrar el rumbo
que perdió, que pueda ser re-encausada en el recorrido de su historia familiar.
El terapeuta deberá crear
recursos en la familia, descubriendo los ya existentes y reconstruyendo redes
sociales de apoyo.
Es importante aclarar que la
terapia no cambia a las personas, que el terapeuta no tratará de imponer “su
verdad” a la familia. Sino que brindará a la familia un alivio de la tensión.
La familia misma constituye el agente de cambio, ella misma debe encontrar los
recursos para salir adelante y reconocer sus limitaciones. El cambio deberá
surgir de la familia, el terapeuta sólo contribuye a impulsar su desarrollo.
Pasos a seguir para lograr la resolución de la crisis son los siguientes:
ü
Identificar
la fuente de estrés, detallar las causas que llevaron a la familia a la crisis.
- Analizar la situación como un problema de toda la familia, y no de algunos miembros nada más.
- Redimensionar la situación, manejando el significado y la gravedad del problema; ayudar a minimizar los efectos de la desorganización.
- Buscar opciones para la solución del problema con los propios recursos de la familia, alentarlos en la búsqueda de nuevas soluciones.
- Reforzar las soluciones positivas y destacar las habilidades familiares en la solución de los problemas.
- Tratar de que la familia integre las nuevas situaciones a los acontecimientos cotidianos de la vida familiar.
- Ayudar a la familia a recuperar la sensación de control, disminuyendo las sensaciones de impotencia, y las creencias de la carencia de habilidades para resolver los problemas.
- Flexibilizar el sistema familiar.
- Guiar y regular los esfuerzos adaptativos de la familia.
Recomendaciones para aprender a manejar una crisis.
1)
Evita culpar. Cuando surge una crisis
familiar, los miembros de la familia pueden culparse unos a otros por las
dificultades, que por lo general hace que el problema empeore. Se hace
necesario, entonces, que los miembros de la familia trabajen juntos para
resolver la crisis en lugar de señalar con el dedo a alguien por el problema
2)
Escucha el problema. Deja que todos los
miembros de la familia hablen sobre ello sin interrupciones. Cada miembro debe
tener la oportunidad de compartir. Parafrasea lo que se dice para que la
familia sepa que estás escuchando esto ayudará a la familia a transmitir el
problema sin fomentar cualquier malentendido.
3)
Mejora
las estrategias de afrontamiento. La familia debe aprender a lidiar con la
crisis de una manera sana. Habla con tu familia sobre lo que creen va a
resolver la crisis. A continuación, presenta una actividad como un juego de
deportes o un proyecto de limpieza de la familia para llevar a cabo
conjuntamente con el fin de aprender a trabajar juntos en una crisis.
4)
Fomenta
el manejo del estrés. Las familias deben aprender a tomar el control de lo que
pueden. Ayuda a cada miembro de la familia a encontrar una salida para el
estrés como el ejercicio, los masajes, la lectura o lo que sea que lo ayude a
reducir el estrés. Practicar el control del estrés con cada miembro individual
de la familia ayudará a la familia a trabajar juntos como una unidad durante la
crisis.
5)
Encuentra soluciones individuales. La crisis
de la familia puede hacer que cada miembro de la familia se sienta incompetente.
Habla con tu familia sobre lo que cada individuo puede hacer para minimizar la
crisis. Luego, cada miembro de la familia tiene una tarea que ayudará a la
familia a recuperarse de la crisis en conjunto.
6)
Ve
el mundo con objetividad y no te dejes hundir por las dificultades. se trata de
no quedarse con ver el vaso medio vacío, ni tampoco medio lleno, aunque esto
último es preferible. Más bien ver lo que hay dentro del vaso y tomar
conciencia de su valor. Se puede haber perdido el trabajo, los ahorros, la
casa… o quizá no tanto, pero puede seguir habiendo familia, amigos de verdad,
sentido de la vida e incluso de eternidad. Valorar lo que se tiene es capital.
Los recursos materiales son necesarios, pero insuficientes para una vida buena.
7)
Aprende
a vivir con austeridad y laboriosidad. Hay gran consenso en que, por lo
general, hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, influidos por una
sociedad consumista en la que se incita a disfrutar de todo tipo de bienes aun
cayendo en el despilfarro. Al mismo tiempo, se ha fomentado poco una cultura
del esfuerzo y del trabajo o se ha visto únicamente como un medio para el
consumo y no en su valor personal y social.
8)
Comparte
deberes más que reivindicar derechos. Muchos tienen plena conciencia de sus
derechos subjetivos y quizá no tanto de sus deberes. El estado del bienestar,
junto a grandes logros, puede haber contribuido a crear la crisis.
9)
Actúa
con magnanimidad y espíritu emprendedor. Lo contrario a esperar pasivamente o
resignarse a situaciones insostenibles es tener “grandeza de ánimo”,
proporcionado por la virtud de la magnanimidad, y espíritu emprendedor. La
magnanimidad no es soñadora sino realista, pero con sentido positivo, altura de
miras y creatividad. No se queda en la queja sino que mira cómo afrontar la
situación y, si puede, mejorar su entorno y el de otros. Una persona magnánima
reacciona así: si no encuentro trabajo en mi oficio, voy a ir pensando en otro;
si me falta preparación, me dispongo a conseguirla; si no hay trabajo aquí,
trato de crearlo o me voy a otro lugar.
10)
Fomenta
una cultura de cooperación. Entre las causas morales de la crisis, subyacía un
marcado individualismo egoísta y una despreocupación por las consecuencias
sociales de la búsqueda desenfrenada del propio interés. Ahora se trata de
superar esta visión fomentando una cultura de cooperación, estamos en el mismo
barco y las acciones de uno repercuten en otros. Nadie es independiente de los
demás; de algún modo, todos somos interdependientes.